Hace unos días hice de encomendero: Otro Papá me pidió que fuera a comprar un repuesto para el auto a 10 de Julio y se lo mandara por bus al sur. La pieza no era menor: pesaba tres o cuatro kilos que tuve que llevar al hombro hasta el terminal. Yo llegué inocentemente a "Pullman Cargo" con la caja envuelta en unas bolsas como esas con las que uno vuelve con limones de la feria y, por supuesto, me mandaron a la cresta porque el paquete no cumplía con los "requisitos de forma" (¿?). Tampoco me prestaron scotch (que freak, nunca había escrito "scotch" en mi vida...no sé si está bien deletreado y googlearlo me parece una pérdida de tiempo), y menos un plumón para enviarlo a nombre de Otro Papá.Ante mi desesperación por deshacerme luego del incómodo bulto, pregunté donde podía embalarlo como correspondía y el señor del mesón apuntó a un sujeto que divisaba tras mi hombro, en la vereda de calle Jotabeche. Caminé hacia él y me puse a la cola de una señora que pacientemente observaba como el hombre le envolvía un pequeño paquete con papel café, lo sellaba con scotch y destreza, luego sacaba un plumón de su bolsillo y le preguntaba "¿a nombre de quién?". Todo este ejercicio ocurría sobre una rústica tarima hecha de palos apoyada en un árbol de cuneta, sobre el cual colgaba un letrero de cartón que rezaba a mano "Embalajes El Fénix". El hombre hablaba y hablaba, y yo no escuchaba, concentrado en mi cigarro y el MP3, esperando mi turno. Cuando el paquete de la señora estuvo listo, ésta le soltó un puñado de monedas y partió rauda a la oficina de encomiendas.
Me acerqué al hombre, le describí el fierrito que traía entre manos y señalé la que me parecía una caja ad hoc al peso del bulto. El hombre me miró fijamente unos segundos y, cual garzón que escucha la decisión del comenzal sobre el vino, manifestó su acuerdo con mi elección. Rápidamente se puso a trabajar y, a la vez, dio inicio a una feroz declaración de principios (e insultos al por mayor).
De mujeres, hijos y viejos de mierda
"Yo no estoy casado ni tengo hijos", soltó a pito de nada, mientras yo observaba sus manos toscas con urgimiento, temeroso de que dañaran el fierrito, bastante caro por lo demás. "¿Para qué, joven?, si al final cuando uno llega a viejo es un atado de mañas y las minas no te pescan. Mire, cuando usted tenga una mina, sáquele el jugo. Yo cuando tengo una mina, le doy como caja (para mis amigos post marxistas: notable relación apropiativa entre auto discurso y actividad productiva específica del sujeto), hasta que me aburro o ella me manda a la chucha...y así funciona la gueá nomás". En ese punto, el hombre cincuentón, con voz rasposa y, derrepente, con manos de seda para el fino arte del embalaje, había captado absolutamente mi atención: sin sentirme muy de acuerdo con sus brutales postulados, ya le seguía el juego hace varios minutos, sólo para ver hasta dónde era capaz de llegar con sus verdades.
"Yo tengo un vecino viejito. Pobre, los hijos van a verlo una vez al mes, con suerte. Maricones los cabros, dirás tú. Pero es que nadie aguanta tanta maña, yo no conocí a mis viejos, pero si los tuviera, con cueva iría de pasada. Imagínate, todo el día reclamando: que la tele está muy fuerte, que suban la tele porque no escucho, que cállense porque estoy viendo la tele, que córranse de la tele... no, si no hay cómo darles en el gusto". Yo me reía con ganas ante tan lúcido y descriptivo ejemplo... (no more comments jajaja).
"Yo no quiero llegar a Viejo-de-Mierda. No acompañado al menos. Cuando una mina me diga que no me soporta por viejo, hasta ahí llego con el hueveo y me viro... mientras me pateen por otras cosas, seguiré con la cumbia. Mira a ese pobre...". El embalador apuntó hacia un anciano que caminaba con dificultad de la mano de una enfermera, entremedio de otros viejos que, alineados, cantaban a la nada con libro en mano: los evangélicos de la catedral de Jotabeche. "¿Pa` que más encima después los cabros se anden peleando por un par de pilchas mías? No, ni cagando".
La caja estaba casi lista. Una obra maestra, sólida, confiable...sólo faltaba que el embalador sacara su plumón y así los cabrones de la oficina "visaran" mi encomienda. "No niño, no sea gil. Hágame caso y cambie la cara". Ahí me quedé helado y por primera vez interrumpí su espectacular monólogo. "¿De qué cara me habla?", le devolví con falsa risa. "La cara de pájaro que trae, pues, como de no saber donde está parado en el mundo", me retrucó. Luego de un breve silencio, le dije: "Otro Papá - Terminal de Buses Linares". "Ya mijito, son cuatro gambitas".
Mi encomienda causó sensación entre los empleados de "Pullman Cargo". Uno casi lloró de emoción. En otro advertí cierta satisfacción rayana en lo sexual. Un tercero propuso sacarle fotos a semejante pieza de colección. A la salida, me acerqué nuevamente al embalador de cuneta para despedirme. Le di la mano y pregunté por su nombre. Apuntó hacia el letrero de cartón y me dijo: "yo soy El Fénix, no necesita saber más"
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Banda de Sonido:
Canciones (o discos) que citan al Ave Fénix: casi cualquiera de Fito Páez, según un amigo, yo sólo cacho una y se llama "Si es Amor", del disco "Rodolfo"/"Ave Fénix" de Rata Blanca/"Ave Fénix", disco de Raphael, que con nuevo hígado merece más que nadie ese sobrenombre. Canciones sobre otro tipo de pájaros: "Blackbird", White Album, The Beatles/ "Free as a Bird", Antology 1, de los mismos/ "Fly Like an Eagle", de Seal/ "Songbird", de Oasis/ "Pájaros de Portugal" de Joaquín Sabina/ "Pájaros de Fuego" del disco homónimo de Los Tr3s/ "La máquina de hacer pájaros" (un clásico mil veces reversionado)...y un largo etcétera del cual pueden extraer sus obras favoritas y postearlas más abajo.